
Trece años sin Kelme, la garra del pelotón (Capítulo I)
23 marzo 2020
Para unos, su final fue justo y merecido. Otros todavía se cuestionan los intereses políticos y motivos extradeportivos que hubo detrás de su desaparición. En cualquier caso, muchos aún añoran la forma en que el equipo Kelme encendía y amenizaba cada carrera en que participaba.
Con los colores azul, verde y blanco surcando sus maillots y la palabra Kelme estampada en el pecho, se les reconoció durante años como los decanos del pelotón internacional. En 2019 hubieran celebrado su 40º aniversario, una larga trayectoria de luces y sombras. Luces sembradas con espectáculo, garra y valentía. Sombras, las de las sospechas que un día dejaron huérfano al pelotón español.
A finales de los setenta, el futuro de nuestro ciclismo se presagiaba incierto. Lejanas sonaban ya las hazañas de Julio Jiménez y Federico Martín Bahamontes. A su vez, Luis Ocaña y el Tarangu habían dado por cerradas sus carreras deportivas y el equipo KAS, uno de los más destacados de la época, dejaba también el ciclismo profesional. Unos años antes de que eso sucediera, en 1963, había aparecido en Elche un pequeño taller dedicado a la confección de calzado. Aquel negocio familiar no fue uno más de los tantos que emergían entonces en las comarcas del Vinalopó. La buena calidad de sus productos y diseños favoreció que la empresa se consolidara y creciera prósperamente.
Creció tanto que tres lustros después de inaugurar su modesto taller, Diego y José Quiles se convertían en dueños de la que terminaría siendo una de las marcas insignia de nuestro país. Estaba naciendo un gigante. Comenzaba la era dorada de Kelme. En 1980, instalados ya en la nueva década, los hermanos Quiles decidieron impulsar la visibilidad de su negocio a través de la creación de un equipo ciclista profesional. Su aparición coincidió con la irrupción del Reynolds -actual Movistar-, elevando a ocho el número de conjuntos españoles en el pelotón internacional tras la desaparición transitoria del KAS.
Rafael Carrasco, hasta entonces director del Transmallorca, fue el elegido para tomar las riendas del equipo, permaneciendo en el mismo hasta 1992, momento en que decidiría desvincularse del proyecto tras el fichaje del médico español de moda: Eufemiano Fuentes. Los comienzos no fueron fáciles para el Kelme. En su primer curso en las carreteras, el conjunto alicantino se vio lastrado por la falta de hombres con capacidad rematadora. Con la modestia propia de un bloque novel de presupuesto moderado, la pretensión de la plantilla pasaba por convertirse en un grupo unido y más equilibrado con el que poder aspirar a cualquier victoria.
Con tal fin, mediada la Vuelta a España de 1980, los responsables de Kelme tantearon a un prometedor corredor de tan solo veintitrés años. Su nombre era Sean Kelly. Su futuro, a día de hoy, es leyenda. Pero el irlandés terminaría declinando aquella oferta de cinco millones de pesetas y continuaría ligado al Splendor al término de la temporada. En esa misma Vuelta, Kelly ganó cinco etapas, la clasificación por puntos y las metas volantes. Mientras, Kelme colocaba a Pedro Torres en la segunda plaza del podio y a otros dos hombres, Galdós y Vicente Belda, entre los diez primeros de la clasificación general.
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Sprint Final. Virginia Barriuso (@Vicki_BT).