
España y sus seleccionadores virtuales
12 agosto 2019
La pasada semana se disputaron en Alkmaar (Países Bajos) trece pruebas relativas a los Campeonatos Europeos de ciclismo en carretera. Su repercusión en España ha sido relativamente escasa, en comparación con las grandes citas de selecciones, para que nos vamos a engañar. Dentro del cúmulo de razones para este escaso seguimiento, la ausencia de la selección élite masculina del país ibérico se postula como favorita a ocupar el primer lugar. Un campeonato continental, donde todas las selecciones intentan acudir en busca de visibilidad, no contó con uno de los supuestos referentes de este deporte en Europa. ¿Por qué?
La razón esgrimida por Pascual Momparler, seleccionador nacional desde el cese de Javier Mínguez, no es otra que la dificultad para conformar un equipo de garantías para la carrera. Ahora bien, ¿el resto de categorías aspiraban a cotas más altas que los ‘chicos mayores’? Las prestaciones, en muchos casos, han estado por encima de lo esperado y España ha estado en los cortes decisivos de alguna de las carreras, por lo que no se puede decir antes de correr que «no vamos a realizar una buena actuación o similares». Aunque fuera cierto, ¿acaso Bélgica renunció a Innsbruck-Tirol 2018 por no tener opciones de brillar, como demuestra la 23ª plaza de Ben Hermans?
Realmente, no es muy fácil decidir que es peor entre las dos opciones que se contemplan. Si la decisión ha sido tomada por el hecho de que el recorrido no era favorable, deja en muy mal lugar a cualquier persona implicada en el equipo élite masculino de este país. Si la decisión ha llegado después de sendas negativas de los equipos a ceder a sus corredores, más de uno tendría que repensarse su idea de brillar en el ciclismo. Y, por último, si la decisión está motivada porque ningún ciclista con cierto nivel (aunque podrían ir teóricos ‘amateurs’ como Felipe Orts o Eloy Teruel) han dado calabazas, no se merecen vestir este maillot en lo que les queda de carrera.
La imagen que se ha dado al exterior, si alguno de los aficionados extranjeros ha querido percatarse, es nefasta. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que se ha demostrado de la manera más cruel posible la mala salud del ciclismo español en algunas facetas. «No tenemos sprinters», «los rodadores no están al nivel de los grandes de Europa»… Este tipo de comentarios han sido habituales durante este fin de semana y, por desgracia, son verdad. Por mucho que nos pese, aún queda tiempo para que (esperemos) Iván García Cortina pueda luchar de tú a tú con los protagonistas de hoy. En cuanto a los velocistas, ni está ni se les espera.
No se les espera por una sencilla razón. El problema estructural del ciclismo español provoca que los hombres rápidos no destaquen en categorías inferiores y, por tanto, no centren las miradas de los equipos profesionales. Ni en la Copa de España ni en los torneos vascos (Euskaldun y Lehendakari) sirve ser un ciclista con gran punta de velocidad al que le cuesta subir repechos que cuentan muchas veces con esas rampas imposibles para cortar la carrera. ¿Y en las vueltas por etapas? Nos nos engañemos. Los fichajes se cierran mucho antes y, en el caso de mirar a las clasificaciones de estas carreras, ¿Alguien se acuerda del ganador de la testimonial primera etapa llana? Pocas veces.
Con todo lo anterior, la cabeza que hay que pedir -como forma más bruta de exigir una dimisión- quizá no es la de Momparler. Puede que el solo sea uno de los perjudicados, puesto que llegará a Yorkshire 2019 sin experiencia, mientras Italia se ha llevado tres oros en los Juegos Europeos (Ballerini), el ‘Test Event’ de Tokyo 2020 (Ulissi) y estos Europeos (Viviani). El problema, queridos lectores y aficionados al ciclismo, está en aquellos dirigentes que buscan escaladores hasta debajo de las piedras sin pensar en que un Top10 en el Tour de Francia o ganar La Vuelta ‘de los muritos’ no lo es todo en este bello deporte.
Imagen destacada: Bettini Photo / UEC
Sprint Final. Eriz Fraile (@FraileEriz)